Así mismo nos permite identificar las posibles “piedras” adheridas al carácter y a la personalidad del ser humano, las cuales en muchos casos no pueden ser identificadas fácilmente, aún cuando forman parte activa de su naturaleza. En segundo lugar, nos advierte del daño que las mismas van causando de manera sostenida en nuestro temperamento, hasta convertirse en una enfermedad silenciosa que consecuentemente va limitando al individuo, impidiéndole progresar, manteniéndose aferrado a su propio ser, a su propia sombra, ignorando así que la única manera de crecer y evolucionar se perfecciona acercándose a la “Luz” que solo Dios puede proyectar a través de cada uno, permitiendo, -de manera contraria a lo que pensamos-, que nuestra propia sombra alcance tamaños inimaginables dejando inclusive un “halo” de beneficio a quienes se cobijen debajo de esta. La fuerza de la Luz de Dios, es lo que nos permitirá vernos interiormente con claridad como si se tratase de una lámina de rayos X, dejando evidencia de las diferentes formas y tamaños de “piedras” que posiblemente llevamos adheridas por muchos años, producto de las malas experiencias no superadas en la vida, como consecuencia de la falta de conocimiento de la palabra de Dios, por el efecto de las tradiciones y enseñanzas que se convierten en mitos en la historia personal de cada individuo.